miércoles, 6 de octubre de 2010

Sobre la adaptación teatral

Detrás de la Forma

Por un lado me interesaba la búsqueda de identidad que propone la novela, más allá de su origen. Esto porque tanto Argentina (mi patria) como Polonia ( la, patria del autor) son lugares del margen, que conservan su ilusión de pertenencia, mirando y tomando a Europa como modelo cultural, olvidando su particularidad y su diferencia.
Hay un potencial que se desprecia en pos de lo extranjero, que deberíamos cultivar.
Y por otro lado quería incluir “la forma” como un elemento activo dramáticamente, de manera que plantada escénicamente, entre dos personajes, provoque en quien la recibe y en quien la porta, una sucesión de hechos y reacciones que los capturen subjetivamente, sometiendo su conducta (algo así como un automatismo del acto)

Tomé entonces este material como un relato de iniciación modificado, ya que ocurre en alguien con más de 30 años, cuya existencia no tiene lugar y sostiene un trayecto regresivo, hacia su adolescencia y sus orígenes; y de allí -lo sabemos- es muy difícil correrse y salir.

Partimos casi de una anécdota y vamos hacia una profunda revelación, que desarma las formas imperantes, haciendo pié en los aspectos inmaduros de la personalidad.

Se tomaron aquellas situaciones dramáticas, disparadoras de lo inacabado que pugna por expresarse, valorizando esa fuerza inferior, esa subcultura de lo bajo que irrumpe y arrasa como un ventarrón los estamentos de la sociedad y se dejaron de lado los capítulos más ensayísticos y pedagógicos del libro.

Todo esto, visto desde un juego de lenguaje particular y atrevido, conservando la procacidad y la desfachatez que plantea Witold Gombrowicz en su literatura.

Alfredo Martín

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